Cuesta Maneli
Asomarnos al mar desde un acantilado en el Litoral Atlántico Andaluz, es una oportunidad única. Si a esto sumamos las arenas limpias y blancas, el frondoso pinar y densos matorrales en las hondonadas, salpicados de “perlas“, podremos decir, que estamos en uno de los lugares más agradables de este Parque Natural.
Hace miles de años la dinámica entre el mar y la costa da lugar a una erosión localizada dando origen a lo que hoy conocemos como el Acantilado del Asperillo, declarado Monumento Natural el 9 de noviembre de 1999 por su alto valor geológico. Este proceso hizo que las dunas de la zona más elevada quedaran más aisladas dejando de recibir el aporte de arenas que primitivamente le proporcionaba el mar. Así, las condiciones para la vida mejoraron y la vegetación colonizó las dunas reduciendo al mínimo su movilidad.
Cuando iniciamos el sendero (Ver en el mapa), y si volvemos la vista al Norte, nos sorprenderá una de las superficies forestales más extensa del sur de Andalucía, con pinares de repoblación acompañados de jaguarzo y manchas de matorral de brezos y olivillas (2) que van desapareciendo conforme nos acercamos al mar porque necesitan más humedad que la que les ofrece la duna. La subida no es muy acusada, y cuando lleguen al punto más alto podrán ver la inmensa llanura de Doñana tras de sí.
Una vez ya fuera del abril o del frente de la duna, que la vegetación comienza a enseñarnos cómo se puede sobrevivir en unas condiciones difíciles de soportar: suelo móvil y con pocos nutrientes, vientos constantes y escasez de precipitaciones... Observe detenidamente las plantas: pequeño porte para soportar mejor las ráfagas de viento; hojas pequeñas para perder poca agua a través de ellas a causa de las altas temperaturas; forma semiesférica para crear bajo ella un clima de mayor humedad...
Pero además de los pinos que nos acompañan en nuestro camino, ¿aprecia otra planta en abundancia? La camarina, una planta muy importante de la zona, Propia de la costa atlántica, la camarina es todo un ejemplo de supervivencia en condiciones de vida duras. En verano podrá ver algunas de estas plantas cargadas de pequeñas perlitas blancas.
Es el fruto de la camarina, recurso fundamental para la fauna de la zona, acostumbrada a la escasez de alimentos. Observe como algunos ejemplares se encuentran repletos de estos frutos y otros carecen de ellos. Los primeros corresponden a individuos femeninos y los segundos son masculinos.
Cerca de la playa, la fuerza del viento se va haciendo mayor y más constante. La vegetación, poco a poco, va dejando huecos ocupados por unas arenas que llaman la atención por su color. A diferencia de las blancas arenas de la playa, en la duna; la arena presenta tonalidades anaranjadas. Esto es debido a que la duna oculta una importante cantidad de aguas subterráneas cargadas de óxidos de hierro responsables de ese peculiar color. Además, en estos puntos de clareo de vegetación, tenemos la oportunidad de apreciar, sobre todo a primera hora de la mañana, los rastros que dejan en su actividad nocturna los animales que aquí habitan: huellas de zorros y conejos, surcos de la víbora hocicuda y difícilmente... ¡alguna huella de lince!
El viento no sólo trae consigo arena, sino que además moviliza pequeñas gotitas de agua cargadas de sales marinas, es la conocida “maresía”. Esas gotitas depositan sobre ramas y hojas sales, haciendo que éstas se sequen. Este “spray salino” deja tras de sí plantas quemadas y retorcidas por el viento, conocidas como los “árboles despeinados” . Algunos de estos inos pueden llegar a crecer paralelos al suelo debido a los fuertes vientos del suroeste... ¡todo un capricho de la naturaleza!.
Al final del paseo nos encontramos en la primera línea del acantilado frente a la playa. Aquí el constante viento se hace, si cabe, más determinante. En esta situación la vegetación vuelve a cambiar. Ahora especies como la clavellina van a ser las únicas capaces de sobrevivir, plantas gráciles que se dejan mecer por el viento como las olas.
Antes de bajar a la playa por las escaleras, disfrute de las vistas del Acantilado del Asperillo, de la impresionante vista de playas infinitas, gaviotas sobrevolando el mar y correlimos comiendo por la orilla. Una vez abajo, nos encontramos con una impresionante pared modelada por el mar dejando impresas cárcavas, surcos y barrancos. ¡En algunos puntos es tan importante la acción erosiva del mar que el acantilado retrocede perdiendo materiales, a una velocidad de 4 metros al año! Por último, observe cómo las surgencias de aguas subterráneas de las dunas, denominados “chorritos”, permiten el desarrollo de importantes cañaverales.
¡Doñana tiene mil caras! Por ello la oferta de uso público en las cercanías se complementa con el Carril de Cicloturismo de la Playa de Castilla, que nos ofrece un mayor conocimiento de los Médanos del Asperillo, verdadera joya geológica y botánica del Entorno de Doñana.
Fuente: Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía