Visita a Écija
Écija posee una situación geográfica privilegiada que la convierte en un importante nudo de comunicaciones de Andalucía. Situada en la misma Autovía A4-E5, está directamente enlazada con Madrid (a 454 km), Córdoba (a 30 minutos) y Sevilla (a 45 minutos). Esta ruta enlaza en Écija con la C-333, que canaliza el tráfico hacia el puerto de Algeciras y Cádiz. La comunicación con Granada y Málaga se efectúa por la Autovía del 92, conectada con Écija a través de la C-430.
Los orígenes: Pre y Protohistoria
La historia de Écija es tan amplia como su riqueza artística. La fundación de la ciudad se sitúa hacia el siglo VIII antes de Cristo, en el ámbito de la civilización tartésica. Hasta la conquista romana, hacia el 200 a.C., se trató probablemente de un pequeño poblado turdetano de cabañas, emplazado en la ligera elevación junto al río Genil conocida hoy como Cerro del Alcázar o de San Gil ("El Picadero").
El esplendor en época romana
La ciudad conoció su mayor etapa de esplendor durante la dominación romana, participó a favor de César en las Guerras Civiles contra Pompeyo y, hacia el año 14 antes de Cristo se fundó ya en el llano la denominada "Colonia Augusta Firma Astigi", una gran ciudad de nueva planta, con calles pavimentadas trazadas en retícula regular, cloacas y red de distribución de aguas, foro, templos, termas y anfiteatro, junto a un puente por el que la Vía Augusta cruzaba el Genil. Desde entonces fue la capital de un extensísimo convento jurídico, uno de los cuatro en los que se dividía la Bética, que comprendía no menos de 49 ciudades y abarcaba gran parte de las actuales provincias de Córdoba, Granada y Jaén. Su principal riqueza derivaba del cultivo olivarero y de la exportación del aceite a larga distancia, empleando la vía fluvial por el Genil y el Guadalquivir y, luego, la marítima desde Sevilla.
Después de Roma. Écija en al-Andalus
La ciudad siguió siendo un importante foco cultural y religioso a la caída del Imperio, en época visigoda, cuando llegó a ser sede de un obispado, y en época islámica, en la que Istiya (o Astiya) fue capital de provincia durante el emirato y el califato. Los cronistas árabes destacan la fertilidad y riqueza de su territorio, en el que se asentó un importante poblamiento beréber. Los musulmanes introdujeron los cultivos de regadío y, entre ellos, el algodón cuyo desarrollo característico en Écija, llevó a acuñar el sobrenombre de Madînat al-qutn ("La ciudad del algodón").
La Baja Edad Media y la Edad Moderna: Écija en la Corona de Castilla
En mayo de 1240 Écija fue conquistada por Fernando III y repartida entre nuevos pobladores castellanos, entre ellos muchos nobles, las órdenes militares y la Iglesia. El desarrollo de la gran propiedad terrateniente que ha marcado toda la historia posterior, bajomedieval y moderna arranca, en buena medida, de este reparto feudal y de su desarrollo en la Época Moderna.
Écija Barroca: el "Siglo de Oro ecijano".
Todo el siglo XVIII, considerado "El siglo de oro ecijano", vive un esplendor de construcciones civiles y de iglesias vinculado a la concentración de la propiedad y del poder eclesiástico y aristocrático -no en vano en esta época radicaron en la ciudad unos 40 títulos nobiliarios, 13 de ellos Grandes de España-. El casco histórico de Écija conserva uno de los mejores legados de arquitectura y arte barroco de Andalucía y, probablemente, de toda la Península Ibérica: palacios, iglesias (con las torres que han hecho famosa a la ciudad), conventos, edificios públicos y casas-palacio que, junto a sus ricos bienes muebles y a los amplios archivos documentales, constituyen un patrimonio histórico excepcional.
Los títulos de Écija
En 1402 Enrique III restituyó a Écija el título de "ciudad".
Los favores reales siguieron: Carlos I añade el título de "Muy leal" al de "Muy
noble" que ya ostentaba Écija. Felipe V le otorga el nombramiento de "Constante,
leal y fidelísima" en 1710.
Mimada por la realeza, en 1880 Alfonso XII
otorga al Ayuntamiento el tratamiento de "Excelentísimo". Todavía en el siglo
XX, Écija recibe en 1966 un nuevo título, tan merecido o más que los anteriores:
el de "Conjunto histórico-artístico".
Iglesia de Santa Cruz
Posiblemente erigida sobre una iglesia visigoda (acaso, la catedral). Su altar mayor es un singularísimo sarcófago paleocristiano, con inscripciones en griego, que data del siglo V y apareció en unas obras efectuadas en la sacristía en el siglo XIX. En la torre barroca se encuentran incrustadas dos inscripciones funerarias romanas, enmarcando a otra moderna y a dos inscripciones árabes de época califal (siglo X) que aluden a la construcción de fuentes por personajes de la corte cordobesa.
La actual calle de Santa Cruz coincide en parte con el cardo maximus de la ciudad romana, y debajo de ella subsiste un amplio tramo enlosado. En su interior se encuentra el Museo de Santa Cruz, mostrando obras de arte sacro desde el siglo XVI al XIX.
Palacio de Peñaflor
El S.XVIII convirtió el antiguo edificio en uno de los palacios más importantes del barroco civil en Andalucía. Impactante es la fachada decorada con pinturas al fresco, alternando paisajes con arquitectura fingida, por donde corre el largo balcón ciñéndose a la curvatura de la calle, a continuación la excepcional portada barroca, y haciendo esquina el mirador.
En el interior, la escalera de honor se abre en dos tramos, cubriéndose con cúpula, hermoso espacio ornamentado con fantásticas yeserías de alta calidad artística. En el muro, una pintura sobre lienzo de la Virgen del Rosario, de Escuela Sevillana del s.XVIII, enmarcada espléndidamente.
Iglesia de Santa Bárbara
La historia y antigüedad de esta iglesia es muy interesante. Sobre un antiguo
palacio romano se levantó un templo mudéjar del que se conservan algunos
elementos.
La iglesia es la primera que se edificó de estilo neoclásico en
Andalucía, diseñada por el arquitecto cordobés Ignacio Tomás, donde aprovechando
fustes romanos de granito levantó las originales portadas, de un clasicismo
inusitado y difícil de encontrar por estas latitudes
La torre-espadaña de esta iglesia es de estilo mudéjar, y fue derribada por un
rayo en 1892. Una de las campanas de la torre, fundida por un lado, se encuentra
expuesta en el patio de la Iglesia de Santa María.
En la nave de la Epístola
(derecha) junto a la entrada de la iglesia se observan dos retablos neoclásicos
con esculturas barrocas de San José y San Pedro.
El retablo mayor es
neoclásico, en él se venera una interesante imagen de Santa Bárbara relacionada
con la obra escultórica de Pedro Roldán y restaurada en el siglo XVIII. A ambos
lados los Sagrados Corazones de Jesús y María.
En la nave del Evangelio (izquierda) destaca un retablo neoclásico dedicado a la
imagen del patrono de la ciudad, San Pablo, esculpida por el escultor ecijano
Salvador Gómez de Navaja en 1575.
En el interior de la Capilla Sacramental
se observa el retablo principal con la imagen de Jesús sin Soga considerado como
una de las obras maestras de Montes de Oca, escultor sevillano del siglo XVIII.
Esta imagen procesiona el Viernes Santo por las calles de nuestra ciudad.
A
la salida de la Capilla se encuentra un retablo con la imagen de la Virgen del
Patrocinio relacionada con la obra escultórica de Pedro Roldán.
Patio de la Iglesia de Santa María
Su poderosa torre recuerda en el cuerpo de campanas a la Giralda, aunque
barroquizada a fuerza de azulejería romboidal y labores de cantería.
La
portada, de estilo rococó y diseñada por Figueroa, está cobijada bajo un arco
muy elevado, de un efecto impresionante, motivando una de las entradas más
originales del barroco andaluz del siglo XVIII, estando ennoblecida con puertas
de caoba y clavos de bronce, dando paso a un "cancel" entre mudéjar y barroco,
cilíndrico y cubierto con un cuarto de esfera de lacería.
La iglesia fue
proyectada por Pedro de Silva en estilo neoclásico, que levantó en el crucero la
cúpula más luminosa de todas las iglesias ecijanas.
De sus bienes muebles sobresalen: el retablo del altar mayor erguido como una
columna tallada y dorada en rococó para sostener a "La Asunción", titular de la
Parroquia y la pintura sobre tabla de la "Virgen de la Antigua", considerada
como una de las obras maestras de Villegas Marmolejo.
En el patio se expone
una curiosa colección arqueológica que incluye estatuas, inscripciones, ánforas
y estatuas romanas, entre ellas la cabeza llamada de " Germánico".
Museo de Écija
El Museo Histórico Municipal de Écija se emplaza en el Palacio de Benamejí, uno de los mejores ejemplos del barroco andaluz del siglo XVIII y situado en pleno casco histórico de Écija. Es un museo a la vez didáctico, científico e históricamente crítico, que cuenta con una Sección de arqueología, una sala I emplazada en las monumentales Caballerizas y una Sala de exposiciones temporales donde actualmente se presentan los principales hallazgos de la excavación arqueológica de la Plaza de España y particularmente el magnífico conjunto de esculturas como la Amazona herida, inscripciones y elementos arquitectónicos monumentales vinculados al foro de la ciudad.
La Sección de Arqueología consta de cuatro salas:
En la sala 1, "La
Prehistoria". La sala 2, "La Protohistoria". La sala 3, dedicada a "La Época
romana". La sala 4, "La Edad Media/La Ciudad" .
La colección de mosaicos romanos que alberga el Museo es de notable interés.
Mirador del Palacio de Peñaflor
Las funciones de la plaza hasta mediados del siglo XIX fueron: principal centro de mercado, escenario público de festejos (corridas de toros, cañas y lanzas) y emplazamiento destacado de conmemoraciones religiosas y procesiones.
El modelo de construcción que se alza alrededor tiene mucha relación con estas circunstancias: son edificios construidos prioritariamente para mirar, con gran desarrollo en altura, sobre soportales, con fachadas perforadas con ventanales y balcones en forma de arcadas; además se convirtieron en una buena fuente de ingresos, ya que sus propietarios alquilaban las vistas cuando se celebraban actos públicos, reservándose los mejores balcones.
El público menos privilegiado asistía al festejo desde gradas colocadas en los sopor-tales. Las familias de Benamejí y Peñaflor levantaron en la plaza sus propios miradores, dejando así patente la grandeza de sus linajes en el espacio de más prestigio de la ciudad: son edificios del s. XVIII, de estética barroca, que repiten la misma estructura, añadiendo sus blasones; en algunas zonas aún se puede ver la decoración pictórica de sus paramentos.
Ruta facilitada por la Oficina de la Ruta Bética romana
Más información: http://www.beticaromana.org/