Ruta Bética Romana
La Ruta Bética Romana pasa hoy por doce ciudades de las provincias de Sevilla, Córdoba y Cádiz. Discurre por la provincia más meridional de la Hispania Romana y abarca territorios por los que pasaba la antigua Vía Augusta.
En esta Ruta están comprendidos espacios paisajísticos de gran interés geográfico y natural como son el Parque de la Subbética Cordobesa, la Campiña, el Parque Natural de Bahía de Cádiz, el Parque Natural de la Sierra de Hornachuelos, o el Valle del Guadalquivir.
La oferta turística de estos municipios contiene multitud de elementos dignos de ser admirados, como la Puerta de Sevilla en Carmona, la ciudad de Itálica en Santiponce, la Catedral de Cádiz, la Villa de El Ruedo en Almedinilla, las murallas de Marchena o los conjuntos arquitectónicos de Osuna, Écija y Córdoba.
Desde el siglo III a. C. hasta el siglo V, la Bética fue uno de los territorios anexionados al Imperio Romano. Bajo su dominio, este espacio geográfico fue reconocido por su producción minera, oleícola, cerealística y por el elevado nivel de romanización de sus habitantes. Muestra del grado de romanización alcanzado por esta provincia es la subida al poder imperial, a fines del siglo I y durante el II, de dos emperadores héticos: Trajano y Adriano, ambos nacidos en Itálica
La Vía Augusta fue un camino fundamental en el trazado de las comunicaciones en época romana. El gran eje geográfico de la región andaluza es el Valle del Guadalquivir. En la antigüedad, el río Betis y la Vía Augusta vertebraban las comunicaciones de la provincia Bética.
Desde Cádiz a Cástulo, un sistema de obras públicas de carácter constructivo diseñaba una compleja red de comunicaciones de gran valor económico, militar y propagandístico.
VINO, ACEITE, GARUM
El vino en época romana se almacenaba en ánforas fabricadas en alfares de la Bética específicamente para tal fin. Actualmente son muy apreciados los vinos gaditanos del marco de Jerez y la manzanilla, especialmente la de Sanlúcar. En Córdoba se elaboran olorosos, amontillados y dulces. De reconocido prestigio son los de la comarca Montilla-Moriles.
El aceite goza de una tradición milenaria en Andalucía. Hoy, a lo largo de la Ruta, puede degustar buen aceite de la comarca sevillana de la Campiña y especialmente de la Subbética Cordobesa con la denominación de origen Priego, que engloba a los de Almedinilla. Algunas de estas producciones oleícolas gozan de reconocido prestigio mundial.
En la bahía de Cádiz, la economía giraba en torno a la comercialización de productos de la pesca. El garum se convirtió en un condimento indispensable en la mesa romana. Las conservas pesqueras de Cádiz gozan de muy alta calidad, especialmente las atuneras.
LAS TRADICIONES
El geógrafo Estrabón, en el siglo I, ya alababa la gracia de las bailarinas gaditanas. Actualmente son muy conocidas las bulerías de Cádiz.
En primavera, verano y otoño pueden divertirse en las ferias de los distintos municipios que componen la Ruta.
En la Semana Santa de Córdoba, de Carmona, de Écija, de Osuna de Almedinilla, pueden contemplar imaginería de primera calidad, de la mano de escultores como Ocampo, Montes de Oca o Juan de Mesa; o curiosas tradiciones que dan a la Semana Santa de Puente Genil y Montoro una personalidad única. Si desea ver un espectáculo íntimo y sobrecogedor, no se pierda, hacia el primer sábado de Cuaresma, el Vía Crucis de Santiponce.
A lo largo de la Ruta se celebran numerosas romerías, como la de la Virgen de Gracia, el mes de Septiembre en Carmona. En el umbral de la Cuaresma, tiene lugar uno de los más famosos carnavales de España: el de Cádiz.
LA RUTA
El viajero de la Ruta Bética Romana tiene la posibilidad de elegir el tiempo, la época y las impresiones, siempre propias, sobre los lugares. Aquí proponemos una ruta que ya ha hecho un viejo habitante de la Bética. Pero es el visitante quien decidirá si el aceite de Almedinilla o las conservas gaditanas de almadraba se aproximan a lo que conoció un tal Teóphoros a fines del siglo II d. C. o si el paso del tiempo y la historia han modificado y mejorado los lugares. De lo que sí estamos seguros es que después de la visita a la antigua Vía Augusta, como Teóphoros, recordarán los lugares de manera especial.
Teóphoros, ya un anciano, liberto de 81 años, nacido en la lejana Grecia, geógrafo y después pedagogo y maestro, enseñaba geografía en la Bética a una treintena de alumnos de la vieja Gades.
Tras describir el nacimiento del Betis y el trazado de la Via Augustea, relató a sus alumnos los recuerdos de algunos lugares de la provincia más meridional de la Hispania, a la vez que les hablaba de economía, de banquetes, o de los rudos trabajos del campo.
Gran conocedor de la Bética, por haber vivido muchos años en variados sitios de su extenso territorio, y por haber leído detenidamente a Estrabón, pasó a referir las imágenes que más habían impactado a sus ojos.
I. ITÁLICA. SANTIPONCE - La Domus
Recién llegado de las tierras griegas, a las que añoro y evoco tanto, sobre todo hoy ya viejo y a punto de tomar la barca de Caronte que me llevará a la otra orilla, serví en una domus de Itálica, lujosa propiedad de los descendientes de una familia senatorial romana.
La casa tenía unas termas y una alargada palestra (donde me inicié en el arte de enseñar), y al final de la misma una enorme y bellísima exedra cubierta por una bóveda estucada y pintada. Una fuente dominaba el patio central porticado.
En verdad, los dioses me protegieron pues, construida a la manera helenística, era lo más parecido a la casa de mis antepasados.
II. CARMO. CARMONA - Las Defensas
A veces, por la Via Augustea, camino de una villa de recreo que mi dueño tenía en el Conventus Astigitano, pasé por la ya milenaria Carmo. Siguiendo un camino de tierra dejábamos el anfiteatro al norte, y frente a él la necrópolis, para adentrarnos en la ciudad por la Puerta de Hispalis. Cada vez que mi mirada se elevaba hacia los muros, venía a mi memoria aquello que César escribiera: "Carmonenses, qvae est longa firmissima totivs provinciae civitas". Con tan pocas palabras, ni yo mismo hubiese sido capaz de definir más acertadamente la grandeza militar de esta ciudad amurallada con varios fosos paralelos y un bastión inexpugnable. A la salida, se alzaba la monumetal Puerta de Cordvba.
¡Triste vida la de un esclavo!... Al lado de mi dueño, y sin que mi cara fuese espejo de mi pensamiento, mientras él se encomendaba al dios protector del templo de la Puerta de Hispalis, este humilde servidor oraba al misterioso Attis nacido en oriente cuya imagen se guardaba en el Santuario del Elefante.
III. LA LUISIANA - Los Baños
En el camino marcado con miliarios, entre Carmo y Astigi, se encontraba la enorme villa de recreo que mi señor poseía en esta zona. Sabio fue en la elección del lugar, pues no hay en los alrededores unas aguas más benéficas y curativas; en especial para las enfermedades de la piel y otras dolencias ligadas a los placeres de Venus de las que no hablaré por respeto a vuestra tierna edad.
¿Cómo describir la suntuosidad de esos baños en los que reverberaban, junto con los sonidos del agua, los ecos de los rumores políticos y los chismorreos del gran mundo, susurrados maliciosamente por la alta sociedad astigitana? Cierta tarde, después de bañarle y untarle el cuerpo con aceites y ungüentos, mi amo, más aficionado al juego de los dados que el propio Augusto, perdió en la palestra casi todo cuanto poseía: dinero, propiedades y esclavos. De manera que el destino me puso en manos de un tal Antonivs, adinerado comerciante de Astigi.
IV. ASTIGI. ÉCIJA - Los Mosaicos
Viejo ya con cuarenta y tantos años, pasé a formar parte del taller de mosaicos de Antonivs. ¡Cuánto tiempo perdido en el estudio de la retórica, la geografía y la gramática! Bien es verdad que la maestría de los mosaicos de Astigi, trazados matemáticamente, no estaban alejados de mis conocimientos de aritmética y álgebra.
Del tiempo pasado en esta colonia, lo que recuerdo con más gratitud es mi participación en el diseño del magnífico mosaico del Cortejo de Baco. ¡Cuánto me recordaba a mi lejano Dionisos griego; gran protector de la vegetación, la vitalidad y la poética! El vino nos inicia en misterios escondidos en la tierra.
Pero mi dueño, que prefería manos ágiles y vista afinada para tallar con precisión astral las tesselae, me vendió a un terrateniente de la villa de Almedinilla.
V. CARBVLA. ALMODÓVAR DEL RÍO - El Río
Antes de pasar por Cordvba, nos detuvimos en Carbvla, una ciudad elevada en las proximidades del río Betis. Las ánforas rebosantes de buen aceite de la Bética se transportaban, desde los olivares cordobeses, en barcazas que surcaban el río.
En Roma son bien conocidos todos estos lugares de la Bética por su producción de aceite. Las ánforas llegadas a Roma se arrojan, una vez vacías, a un lugar que, cada vez más elevado, ya va siendo conocido como Monte Testaccio.
VI. CORDVBA. CÓRDOBA - La Administración
En Cordvba, capital de la Bética, obtuve permiso de mi amo para visitar a mi buen amigo Marcelo, hombre curtido en las intrigas de una larga vida de trabajo en la administración. En una de sus últimas cartas me informaba de que se había propuesto componer un monumental tratado sobre los animales y sus costumbres, las plantas y sus virtudes, la naturaleza de los elementos, sus secretos, sus poderes... el universo en suma; tan prodigioso que no necesita a los dioses. Para ello contaba con el resto de su vida y una modesta renta.
Animados por el vino conversamos toda la noche. Al alba, ceremoniosamente, puso ante mí un cofre en el que guardaba un largo rollo cubierto de apretada escritura. Efectivamente allí estaban el tigris y el draco, el cycnvs y la manticora... Pero sus costumbres resultaban demasiado parecidas a las de los pequeños funcionarios de la provincia. Las plantas destilaban el jugo amargo de las ordenanzas injustas, y las minas fabulosas olían al moho de los pergaminos podridos.
De pronto, sentí compasión por mi amigo y experimenté la melancólica certeza de que ya nunca volvería a verle.
VII. EPORA. MONTORO - La Escultura
De Epora recuerdo una escultura que no me atrajo tanto por su ejecución, sin duda hermosa, como por la certidumbre de haber conocido, hacía muchos años, en casa de mi amo, al personaje que representaba.
Consideré que se trataba de un simulacro tan perfecto como atemporal pues recogía con absoluta y eterna fidelidad la esencia de aquel hombre ávido de triunfos y honores: un rutilante cascarón de gloria bajo el cual latía un corazón soberbio y vanidoso hasta la necedad; envidioso de sus superiores, mezquino con sus inferiores, receloso con sus iguales.
La mano de piedra, alzada en actitud de pronunciar una noble arenga sobre ejércitos invictos, no me recordó otra cosa que su verdadera mano, la de carne mortal, castigando fría e injustamente, tras un seto de rosas, al más pequeño de mis pupilos.
VIII. ALMEDINILLA. EL RUEDO - La villa
En la villa del Ruedo rodeado de olivos alternando con doradas espigas de trigo, pasé a servir a un adinerado agricultor que vivía la mayor parte del tiempo en la capital de la Bética, Cordvba.
Allí aprendí cómo se trabaja el cultivo del trigo y los olivos. Mi vida está compuesta por partes iguales de observación de la naturaleza y cultura.
Pero mis preferencias hacen que me incline por pasar las horas delante de Virgilio, antes que fijar mi mirada en el lejano espacio de los astros.
La villa era una residencia suntuosa en la que pasé horas y días hipnotizado, (nunca mejor dicho), ante la imagen de Hypnos, hijo del Erebo y de la Noche. Con razón el inmortal Homero lo califica de Señor de los Dioses y de todos los hombres.
IX. PUENTE GENIL - El Retrato
En cierta ocasión pasé unos días en una villa cercana a la ciudad de Ostippo, pues mi amo había sido invitado por el dueño de la misma.
Estaba situada en un lugar de aguas abundantes y la lujosa residencia, que databa de más de un siglo atrás, atesoraba ricos mosaicos de teselas multicolores y algunas copias de retratos imperiales que despertaron mi interés; en particular el de la augusta Livia Drvsilla, esposa de nuestro primer emperador.
Representada como una diosa de rasgos graves y juveniles, sencillamente peinada y ataviada, era la imagen misma de la dignidad, el modelo de la matrona ideal, de la esposa intachable guardiana de los más altos valores morales de la familia... Contemplándolo, uno se llegaba a preguntar si sería verdad todo eso que se contaba de ella.
X. VRSO. OSUNA - Las Leyes
Los antiguos reyes de Tartessos conservaban leyes inmemoriales traídas por los últimos atlantes. Y dicen que estaban escritas en sagradas columnas de plata custodiadas en un templo.
Una vez escuché que los judíos guardaban en el santuario de Jerusalén unas losas de piedra en las que su propio dios grabó la ley a golpes de rayos.
En Vrso pueden leerse las leyes de la ciudad sobre tablas de bronce... Parece que la dureza y el peso son la naturaleza misma de las leyes, y que su deseo es sobrevivir a los hombres para las que han sido creadas. Aunque, tal vez, para aquellos miserables condenados ad metalla con los que me topé a las puertas de la ciudad, la ley no hubiese sido menos dura, ni les resultaría más liviana de haber estado escrita sobre una tenue capa de polvo.
XI. MARTIA. MARCHENA - La vida cotidiana
Mi dueño me concedió la manumisión y pasé a ser liberto. Por razones amorosas, viví en la villa de Martia, en la casa de Octavio. Gran propietario y de agitada vida social, me encomendó recibir a los invitados a las caenae que ofrecía a menudo. Allí, antes de sentarlos a la mesa, les recogía los zapatos y la toga y les ofrecía un confortable, caliente y perfumado baño.
Aunque echaba en falta tiempo de estudio, me contentaba con preparar la mesa, exponer la vajilla de cristal, los vasos rojos venidos de la Galia o de la misma Italia; portar las jarras para los comensales y elegir los tapices orientales que decorarían las mesas y el triclinivm. Aún recuerdo, con bastante exactitud, cómo retiraban de la mesa a los convidados, borrachos, al final de cada cena.
XII. GADES. CÁDIZ - El Mar
La más orientalizada de las ciudades que he conocido en la Bética. Aquí instalé mi schola. ¡Volví a enseñar a Homero!
Sobremanera me ha llamado la atención, entre los muchos conocimientos que puede dar esta ciudad, cómo aquí nadie es extranjero. Mi lengua, el griego, se mezcla en tabernas y negocios junto con el latín y otras lenguas que me son desconocidas.
Siempre agradeceré a Melkart o Hércules que me hiciera posible conocer el dominio del mar por el hombre; la caza de los atunes en las inmediaciones de Gades o en la ensenada de Baelo.
Si la agricultura es el dominio de la tierra, el arte de la pesca significa la superioridad del hombre sobre el desconocido mar. La transformación de repugnantes visceras marinas en garvm debió ser susurrada desde el Olimpo a algún mortal gaditano.
El destino ha elegido por mí, y no podía elegir mejor sitio para acabar mis días. Mi deseo más ferviente es que mi cuerpo sea consagrado a los dioses manes (D.M.S.), y que la tierra me sea leve (H.S.E.S.T.T.L.) lo más tarde posible.
También podemos visitar en la ruta
Ruta facilitada por la Oficina de la Ruta Bética romana
Más información: http://www.beticaromana.org/