Ruta del Soto del Arroyo de Santa María - Paisajes con Historia

El recorrido, de unos 7'5 kilómetros de distancia, conduce
desde el pueblo de El Guijo hasta el paraje de El Soto, donde se localiza la
ermita Virgen de las Cruces. Se inicia cerca del lugar donde se unen la Cariada
Real Soriana y la Cañada Real de la Mesta, las dos vías pecuarias más
importantes que surcan el norte de la provincia de Córdoba. De hecho, la
importancia de esta pequeña población que estuvo integrada en el antiguo señorío
de Santa Eufemia, radico en que fue el lugar donde se cobró durante siglos el derecho
de pasto a los ganados transhumantes que entraban en el obispado de Córdoba. La
primera mención de El Guijo es del siglo XII, como mojón de delimitación de los
términos jurisdiccionales que pertenecían en la zona a la orden de Calatrava,
efectuada por Alfonso VIII en 1189, aunque, como tendremos ocasión de comprobar
al final del recorrido el término municipal estuvo poblado desde épocas prehistóricas,
y en él se localizan yacimientos arqueológicos de importancia excepcional.
A lo largo del recorrido podremos apreciar el paisaje
fundamental de toda la comarca de Los Pedroches, la Dehesa, que conforma unas
explotaciones agrarias que se desarrollan al amparo de la encina y cuyo rasgo más
destacado es la coexistencia en ellas de los aprovechamientos agrícolas y
ganaderos, estos en régimen extensivo y de equilibrio entre las especies
bovina, ovina y porcina. El matorral es escaso y se compone fundamentalmente de
la retama, planta que contiene un alcaloide, la retamina, que le da un sabor
amargo, lo que la hace muy poco apetecible para el ganado, que por el contrario
sí que come sus frutos ayudando de esta forma a la dispersión de las plantas.
De hecho, encontrar en esta zona un cordón de retamas es signo indiscutible de
que estamos ante un camino ganadero. Conforme nos alejamos del pueblo van apareciendo
otras especies, como cantuesos, aulagas y jaras pringosas. Estas últimas forman
apretadas formaciones -jarales- en las cercanías del cortijo del Charco de la
Rosa. El arroyo de los Morales, cerca del final del recorrido, se cubre de
tamujos y en menor medida de adelfas.
Numerosas especies de aves prosperan por estos encinares, En
las zonas más despejadas de arbolado son frecuentes los trigueros, cogujadas y
collalbas. En los matorrales se escucha el insistente y monótono reclamo de las
currucas. Por todas partes podemos observar palomas torcaces, urracas,
perdices, abubillas, abejarucos, alcaudones comunes, cuervos, ratoneros,
milanos, cernícalos y sobre todo rabilargos. El carácter colonial de este bello
córvido, unido a su comportamiento ruidoso, llamará poderosamente la atención
del caminante. La cercanía de sierras como las de la Umbría de Alcudia, al sur
de Ciudad Real, o la propia sierra de Santa Eufemia, propician que numerosas
rapaces acudan a estos parajes a aprovechar su enorme riqueza trófica. Así que,
si levantamos la vista al cielo, no es raro que observemos el vuelo de algún águila
real, perdicera, culebrera o calzada, y también de buitres leonados y negros.
Paraje de El Soto
En las cercanías Virgen de las Cruces -templo cuya
existencia está documentada en el siglo XVI y que debe datar de esta centuria, aunque
reformado en época barroca se han desarrollado diversas culturas a lo largo de
la historia. Así lo demuestra el gran número y riqueza de restos arqueológicos
localizados. El yacimiento de Majadaiglesia, por ejemplo, es el lugar donde las
tendencias actuales ubican la antigua ciudad romana de Solía, cuyo territorio se
extenderla hacia el norte, ocupando el término de Santa Eufemia, y hacia el
sur, hasta las proximidades de Villanueva de Córdoba. En la ermita se conserva
un baptisterio paleocristiano, que revela el destino sagrado que ya tuvo este
lugar en la antigüedad. El propio museo arqueológico provincial guarda diversas
piezas encontradas aquí como un ara de sacrificio romana y restos de utensilios
de la prehistoria.
Cuando llega la primavera, en el soto de olmos y chopos una veintena
de parejas de cigüeñas blancas se afanan en sacar adelante su pollada, y el
crototeo, característico sonido producido por el entrechoque de sus picos,
resuena en el valle del arroyo de Santa María, interesante curso de agua que
fluye cubierto por una densa formación de sauces. La presencia de este arroyo
de importante caudal durante buena parte del ano permite la observación de aves
acuáticas, como garzas reales, pollas de agua o ánades reales; que junto al
martín pescador, el ruiseñor, la oropéndola y un sinfín de pequeños pajarillos
alegran el paisaje con sus cantos y reclamos. En algunos tramos es posible
encontrar huellas y excrementos de nutria.
Hoy día, seguramente no haya nadie que construya este tipo
de cercas, ya que resulta más rápido y económico la instalación de mallas
ganaderas de alambre. Muchos muros se desmoronan poco a poco, sin que naya unas
manos que lo remonten, y estos auténticos monumentos al esforzado trabajo de
una estirpe de hombres que consiguió ganar terreno al monte -metro a metro, con tesón y paciencia- parecen
condenados a desaparecer.
Muros de Piedra
El término Guijo hace referencia al Conjunto de piedras pequeñas y desgastadas por la erosión", y no en vano estos trozos de roca constituyen un elemento fundamental del paisaje de esta parte de Los Pedroches.
Nos encontramos en la zona de contacto entre los materiales graníticos
que constituyen el armazón central de Los Pedroches, y los sedimentarios, que
conforman una banda de pizarras carboníferas adosadas a los anteriores. Ambos
materiales rocosos son la materia prima de la que están hechos los cercados de
piedra que suelen compartimentar las dehesas.
El origen de tos cercados a finales del siglo XIX y comienzos del XX se debió principalmente a dos tipos de causas: unas, de tipo funcional, y otras, de afirmación de la propiedad. Las primeras se basan en la utilidad que las cercas podían tener para el fortalecimiento de la actividad pecuaria. El cercado perimetral evitaba que el ganado propio invadiera el terrero ajeno y viceversa. Además, con cercas interiores se podía realizar bajo una misma linde, pero en distintas parcelas, aprovechamientos agroganaderos variados. Por otro lado, a la vez que se levantaban estas primorosas construcciones, se quitaban de en medio las piedras, para que no estorbaran luego al arado.
Se puede observar como en los ruedos de los pueblos de esta
zona de Los Pedroches -como en este de El Guijo- las parcelas muradas son mucho
más pequeñas y numerosas, ya que servían antiguamente para el abastecimiento
familiar de algunos productos hortícolas y ganaderos básicos. En lugar de quercíneas,
se pueden ver algunos frutales, olivos o higueras. Conforme nos alejamos las
parcelas aumentan de tamaño y se rellenan casi exclusivamente de encinas.
Los muros de piedra acogen una curiosa comunidad vegetal y animal. Musgos y líquenes cubren muchos de estos muros, y numerosas hierbas anuales consiguen brotar en los pequeños restos de tierra que se acumulan entre las grietas y resquicios, aunque la planta mejor adaptada es sin duda el ombligo de Venus (Umbiculus rupestris) llamada así por presentar en las hojas una hendidura a modo de "ombligo" en la unión al peciolo. En los agujeros que permanecen entre piedra y piedra se refugian numerosos invertebrados, desde ciempiés a caracoles; y aquí pasan su letargo invernal, para luego realizar su puesta en primavera. culebras de escalera y de herradura, lagartijas ibéricas y salamanquesas comunes Son además formidables posaderos de numerosas aves, como trigueros, collalbas rubias, alcaudones comunes y cernícalos vulgares.
Ruta incluida en el programa Paisajes con Historia, de la Delegación de Medio Ambiente de la Diputación de Córdoba.